Aldamar, 24
Tipología: Edificio de viviendas
Dirección: Aldamar, 24. San Sebastián
Fecha: 1889 y 1921
Arquitecto: Benito Olasagasti, maestro de obras (1889) y Lucas Alday Lasarte arquitecto.
Promotor: Gaspar Izaguire (1889) y Juan Echeverria (1921)
Situación en el Ensanche Oriental: Manzana 3ª, solar 12, E.
Grado de protección en el Plan Especial del Protección de Patrimonio Urbano Construido de San Sebastián: D
Observaciones: Comparte proyecto inicial con la vivienda situada a su lado, el número 26 de la misma calle. Los pisos superiores se añadieron en la reforma de 1921.
EL ENSANCHE ORIENTAL
Después de reconstruirse la ciudad antigua, incendiada en su casi totalidad en 1813, y construirse un ensanche hacia el Sur, conocido como Ensanche de Cortázar, aún quedaba sin urbanizar un pequeño especio rectangular limitado al Norte por la ladera del Urgull y los terrenos del antiguo convento de San Telmo, al Sur con el recién construido Boulevard, al Oeste con los restos de la muralla de la Zurriola, y en su lado contrario, una franja de arenal pedregoso, a veces inundado por el mar.
La primera concesión para su desecación y urbanización se llevó a cabo en 1873, pero se demoraron las obras a causa de la Segunda Guerra Carlista, y se reiniciaron en 1887 con la creación de la Sociedad de Terrenos de San Sebastián por el Banco General de Madrid. Entonces quedó definido el esquema del Ensanche: un eje principal Norte-Sur, precisamente la calle de Aldamar, y otras cuatro calles menores perpendiculares a ésta. Se intentó construir una retícula ortogonal, como en al Ensanche de Cortázar y tantos otros, pero aquí no es tan evidente por el escaso terreno disponible y el riesgo de que las aguas del mar y del Urumea lo inundase. La parte Este se dividió en solares para viviendas, que se vendieron el mismo año. El lado Oeste, lindante con la Parte Vieja, y ocupado en parte por la antigua muralla de la Zurriola fue gestionado por el Ayuntamiento para crear edificios públicos (Dependencias municipales, Escuelas, el Teatro Circo, plaza y mercado de la Bretxa y Pescaderías) y unir ambos espacios urbanos. Con el Paseo de Salamanca se creó un hermoso vial junto al mar, y se culminó el proyecto con el Paseo Nuevo (1919), que rodea el Urgull y une el en Ensanche Oriental con el puerto.
Las viviendas se construyeron continuando ese llamado “neoclásico isabelino”, pero aún más sencillo y sin gran personalidad, especialmente si lo comparamos con la elegante sencillez de la reconstrucción de la ciudad antigua y del Ensanche de Cortázar, y la exuberancia del modernismo posterior.
LA CALLE DE ALDAMAR
La calle de Aldamar fue nombrada así por el ayuntamiento de San Sebastián en honor a un personaje de gran popularidad a fines del siglo XIX: don Joaquín Francisco Baldomero Barroeta Aldamar y Hurtado de Mendoza (1796 – 1766) conocido más llanamente como Joaquín Aldamar. Liberal desde su juventud, y perteneciente a la nobleza guipuzcoana más antigua, desarrolló una gran actividad empresarial, agrícola, ganadera, metalúrgica y financiera.
Paralelamente desarrolló una intensa vida política. Fue nombrado en 1844 senador del Reino, que se convirtió en vitalicio desde 1860. En razón de ese cargo, se le encargó en Junio de 1864 de la defensa de los Fueros Vascos ante el Senado, lo cual hizo con enorme brillantez. Esto le valió una gran popularidad, gracias a la cual resultó elegido por aclamación primer diputado general de Guipúzcoa en sus Juntas Generales de Irún.
Así, el ayuntamiento donostiarra, reunido en sesión el 24 de agosto de 1884 decidió poner su nombre a esta calle que articula de Norte a Sur el Ensanche Oriental de la ciudad.
ALDAMAR, 24
La historia de esta casa, junto a la de su “gemela” del número 26, comienza el 21 de mayo de 1889, cuando dos socios: el inversionista Gaspar Izaguire y Juan Niggli, relojero de origen suizo, comunicaron al Ayuntamiento donostiarra que habían adquirido un terreno en el Ensanche Oriental, situado en la manzana 3ª, solar 12, en el que deseaban construir dos casas. A cada casa se le asignó una letra: E, que luego se rotuló con el número 24, y F para la del 26. La primera correspondía a la casa de Izaguirre y la segunda a la de Niggli.
El pleno del Ayuntamiento concedió ese permiso y los propietarios se comprometieron a enviar los planos con la mayor rapidez posible. Las obras de excavación y cimentación comenzaron inmediatamente.
Los planos se trazaron por el maestro de obras y contratista Benito Olasagasti, constructor muy conocido en esa época, que participó, por ejemplo en la edificación del palacio de Miramar, y en casas particulares como la casa Erviti (1893) o la casa Arsuaga (1891). Sin embargo, el arquitecto municipal, quien debía aprobar el proyecto, informó de que el plano incumplía las ordenanzas, pues presentaba cuatro pisos y ático abuhardillado, y el reglamente municipal sólo se permitían en esta calle, clasificada como de 2º orden, 18 m de altura, por lo que mandaba que se rehiciesen eliminado un piso. Así se hizo y se presentaron nuevos planos corregidos, que fueron aprobados por el pleno municipal el 19 de octubre de ese mismo año, con lo cual se continuaron las obras, que estarían terminadas en mayo de 1890, pues Juan Niggli se dirige de nuevo al Ayuntamiento para pedir permiso para que su casa pudiese ser habitada.
Ya en 1890 se había extinguido el condominio de ambos propietarios, y en lo sucesivo se habla ya de casas número 24 y 26. Pero Gaspar Izaguirre vendió su casa ya construida a un Sr. Arsuaga, y enseguida la compró Francisco Echeverría, en cuya familia se mantuvo la propiedad durante varias décadas.
El permiso municipal se concedió después de que se subsanaron algunos fallos en el proyecto, especialmente graves como no haber previsto el forrado de ladrillo, unido y enlucido con yeso, los pies derechos del sótano, que eran simplemente de madera. Por eso, se concedieron dos meses para subsanarlos, y se impusieron a Izaguirre cincuenta pesetas de multa.
Analizando los planos (ya corregidos) presentados el 23 de octubre de 1889, firmados por Benito Olasagasti, podemos ver una hermosa fachada de piedra, en ese clasicismo tardío, muy simplificado, que se utilizó repetidamente en el primer Ensanche y ahora aquí. El piso bajo está flanqueado por las dos entradas al edificio, que se diseñó unitariamente y luego de dividió en dos casas independientes, entre los que se colocan cuatro grandes huecos para iluminar los comercios que allí se instalarían, rectangulares, cerrados en su parte superior con arcos rebajados, forma que se repite en los huecos de los pisos primero y segundo. Tres pilastras cajeadas dividen los pisos verticalmente y se apoyan en sendas ménsulas situadas en la parte superior del piso bajo. Luego, una cornisa que se apoya sobre una especie de entablamento con columnitas muy simplificadas. Sobre esta cornisa, la terraza de cuarto piso, retranqueada y abuhardillada y cubierta al parecer con pizarra.
La decoración es mínima, lo cual no le otorga a la fachada especial singularidad. Solo las pilastras y sus ménsulas, las mensulillas sobre las que apoyan los balcones y unos mínimos tímpanos con un círculo en el centro de los arcos de los dos primeros pisos. Lo único relevante, y muy decorativa, es la rejería de los balcones, de perfil mixtilíneo y realizado con múltiples motivos curvos. Quizás sea la que aún se conserva en los balcones de los tres primeros pisos.
En planta, un pequeño patio de luces en el centro, alrededor del cual se van organizando las distintas dependencias: comedor, gabinete y sala y dos dormitorios con sus alcobas, Además, iluminadas por el patio, un pequeño dormitorio de servicio y una cocina, separados por un mínimo baño que contaba solo con el wc. Esta distribución en muy típica del periodo central del siglo XIX, pero en el Ensanche de Cortázar, construidos casi tres décadas antes, ya se da mayor importancia a la amplitud del aseo, y no se trazan habitaciones con alcobas, es decir, sin iluminación exterior, lo que indica que el maestro de obras Olasagasti debía estar algo anclado en el pasado.
Luego encontramos la noticia de que Gaspar Izaguirre solicitó permiso para construir tres miradores en la fachada a fines de 1892, pero parece que no se llegaron a colocar.
El edificio de Aldamar, 24, tuvo una segunda época a partir de 1921, pues el 25 de octubre de ese año sufrió un violento incendio que destrozó completamente los pisos superiores y la cubierta. Su propietario, Juan Echeverria (seguramente hijo de Francisco), se dirigió al ayuntamiento para pedir permiso de acometer enseguida las obras de reparación.
Se ocupó del proyecto el arquitecto Lucas Alday Lasarte (1879- 1955), muy activo en su época, autor, por ejemplo, de la rotonda de la Concha y del diseño de sus famosas barandillas.
El ayuntamiento aprobó el proyecto y se iniciaron las obras. Las novedades fueron que, aprovechando la reparación, se sustituía el piso superior amansardado, por otro piso igual que los antiguos, y otro más, también abuhardillado (el típico levante donostiarra), con capacidad para cuatro viviendas, dos por planta, las cuales, como se dice en la petición de licencias, se destinaría a alquileres económicos.
Al tratarse de una reconstrucción, el arquitecto tuvo que ceñirse a la distribución anterior, con la diferencia de que el nuevo piso que se construye, está retranqueado con su correspondiente terraza a la calle Aldamar, y por lo tanto, es de menor superficie, factor que se incrementa en el ático, también amansardado, con dos terrazas, una a la calle y otra al patio de manzana interior.
Las obras estaban terminadas en marzo de 1922, y configuran el aspecto de la casa tal como lo vemos hoy, singularizada por los dos pisos superiores con cubiertas de pizarra y sus terrazas.
La última reforma de la que tenemos noticia fue la realizada entre 1984 y 1987 por el arquitecto Ignacio Mª Mendiola de Ocio y realizada por Construcciones Izustabarrena, S. A.